Ayer encontré este artículo en Twitter y generó una interesante conversación entre profesionales del marketing al respecto. Curiosamente la idea que tiene del marketing la sociedad general no es demasiado buena e incluso se usa casi como sinónimo de engaño, de triquiñuela para vender un producto de menos calidad.
Creo que la tarea de prestigiar el marketing es nuestra, de los profesionales que trabajamos en esto. En mi trabajo diario y muchas veces, como le pasa al autor del artículo, también en la vida no laboral, me encuentro en la situación de explicar que no todo el mundo sabe de esto (en lo que todo el mundo opina, como en fútbol) y que el marketing ayuda a crecer, mejorar y, por supuesto, vender todos los productos.
Por esta razón me da mucha pena cuando veo buenos proyectos a mi alrededor, con grandes inversiones, en los que, una vez acabado el producto es cuando empiezan a pensar en cómo comercializarlo. El caso concreto a que me refiero es un hotel de diseño, precioso, con una gran inversión, no solo en la construcción, sino también en los interiores, arquitectura, etc. Pero que, una vez abierto, se pone a pensar en cómo llenarlo. Lo dicho, una pena.
Si todos estos proyectos, como vi en la forma de trabajar americana, nacieran con un asesor de marketing desde el principio, tendrían un retorno de la inversión más rápido y de la misma manera que se piensa en la necesidad de un diseñador de interiores, también se debería pensar en la necesidad de un diseñador de estrategias de producto, distribución, promoción y precio. En todos esos campos hay muchas decisiones estratégicas y mucho trabajo que hacer. En demostrar nuestro valor para los empresarios que invierten es donde tenemos la tarea... ¡A por ella!